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DIARIO IMAGINARIO DE UN NIÑO CON T.E.L

  • Obtenido del Libro TEL Elvira Mendoza
  • 21 sept 2016
  • 4 Min. de lectura

Querido Diario:

Hoy ha sido un día como todos los días. ¡No entiendo por qué la gente que sabe hablar bien habla tanto y tan deprisa! En el cole, en mi casa, en la calle, todo son ruidos y palabras que retumban en mis oídos. Todos dicen muchas cosas, pero yo no los entiendo. Esta mañana me decía mi madre: “David, tráeme la bolsa que esta…., bla, bla, bla….”, y muchas cosas más. La verdad es que no supe encontrar la bolsa, porque era tan complicado lo que decía mi madre que a la mitad ya no podía seguir lo que decía. Mi madre se enfadó, y me dijo: “¡David, no prestas atención a lo que se te dice, y así nunca vas a aprender a hablar bien!”. “¿Es que no oyes?” “¿Es que no sabes lo que es una bolsa?” “¿Es que no te has enterado de que te he dicho que me trajeras la bolsa del pan que está colgada en un clavo que hay en la despensa debajo de la estantería de la comida y detrás de la bandeja de la fruta?” ¡Pues claro que yo sé lo que es una bolsa! Es lo que le dan a mi madre en la tienda cuando compra la comida. Y sé también donde está la despensa, y la bandeja de la fruta, pero dicho así yo creía que estaba en un sitio tan complicado que en toda la vida no hubiera dado con ella.

No sé si alguna vez te he dicho que mis padres me han llevado al médico y al psicólogo porque todos les decían que no hablaba bien. Ha sido mi seño quien les ha dicho que a mí me tiene que pasar algo en el habla. La médica me hizo muchas cosas: me miro los ojos con una linternilla, me tumbo y me puso muchos cables en la cabeza. Les dijo a mis padres que no tenía nada malo y no me mando medicinas ni nada. Luego me llevaron a otro médico a que me viera los oídos. Me metió en un cuarto y me puso unos cascos. Me dijo que cada vez que oyera un pitido apretara un botón. El tío me quería pillar y me mandaba unos pitidos muy flojillos pero yo los oía todos. Le dijo a mi madre que oía muy bien.

Después me llevaron al psicólogo. Era muy simpático y se enrollo muy bien conmigo. Me hizo muchas preguntas y yo las conteste todas (bueno, casi todas, algunas eran muy largas y me sonaban a “bla, bla,bla”). Luego me puso a hacer unos puzles y unos juegos con unos cubos de colores. “¡Estaban chupados!” Los hice todos y el psicólogo me dijo que era un niño muy listo. Después me dijo unas palabras, tres o cuatro, no me acuerdo, para que yo hiciera una frase con ella. Eso lo hice muy mal, porque yo no entiendo para que sirve eso. Si a mí me dicen “pájaros, vuelan, campo” yo ya sé lo que me quieren decir, que los pájaros vuelan en el campo, pero nunca se las palabras que hay que poner y me hago un lio. Luego me decía unas frases a medias para que yo las terminara de decir, pero eso tampoco lo sabía hacer bien. Bueno, y muchas cosas más; algunas las sabia y otras no. Después de tres o cuatro días le dio a mi madre una carta muy larga. Cuando llego a mi casa se la leyó a mi padre, y al final decía que yo presentaba un trastorno especifico del lenguaje expresivo y receptivo. Más atrás, seguía leyendo mi madre, y decía que tenía dificultades para procesar los elementos formales del lenguaje. Mi madre decía que no sabía lo que era eso, pero al otro día volvió al psicólogo y se lo explico muy bien, aunque yo, la verdad, sigo sin saberlo. En la carta también le decía que me llevaran a un logopeda.

Mi madre me ha llevado a una logopeda que se llama Carmen y es muy simpática. Ya he ido a su casa tres o cuatro veces. Me habla muy despacio y, ¡claro!, así si me entero; ¡ya se lo decía yo a mi madre! Me está enseñando las palabras que hay que poner entre otras para que salga una frase. Me está enseñando también a contar de forma diferente lo que hice ayer y lo que estoy haciendo hoy. ¡No te creas, que no se dice igual! Me ha dicho que pronto voy a aprender a hablar mejor, pero que tengo que poner mucho de mi parte. Le ha dicho a mi madre muchas cosas para que me haga en la casa, y parece que ella también está empezando a entender lo que me pasa, porque ya me habla de otra forma.

No sé si te he hablado de mi cole. Este año me han pasado a primero. Dice mi seño que no me iba a pasar hasta que no hablara un poco mejor, pero como me porto muy bien y pongo mucho interés, me ha pasado de clase. No tengo muchos amigos, porque cuando se ponen a hablar mucho yo no sé que decirles. Cuando me esfuerzo mucho, para que no me digan que no se hablar, se me encasquillan las palabras, me pongo muy rojo y empiezo a tartamudear. Entonces los niños se ríen de mí. Bueno, yo he aprendido los números y muchas letras antes que ellos.

Mi mejor amigo se llama Javi, y lleva unos aparatos en los oídos porque le han dicho que no oye bien. Javi habla menos que yo, pero sabe juntar palabras para que le salgan frases. A veces cuando están hablando no se entera de lo que dicen y me pregunta “¿Qué dicen?”. Yo se lo digo, y después le pregunto a él “¿Qué quieren decir?”

Bueno, ya hoy no te cuento más cosas. Cuando Carmen me enseñe a hablar más, ya verás cómo te enteraras mejor de las cosas que te cuente.

Adiós, mi Diario.

 
 
 

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